domingo, 6 de marzo de 2011

Ventana, como cada mañana.


Creo que mi capacidad de comprensión se fue anoche por el trocito que había dejado abierto de la ventana. Se fue con ella también mi confianza en el inconformismo del ser humano, en lo impulsivo de la juventud.  Desapareció la certeza ,que hasta ese momento tenía, de que le mentimos a los demás para no mentirnos a nosotros mismos, y no al contrario.  Y también se alejó despacio lo que yo creía el principio básico de la felicidad, no ser hipócritas con uno mismo.

Pensé que quizá  era la manera que tenían los demás de hacerse inmunes, de pasar por la vida de puntillas, sin hacer mucho ruido, de no hacerse daño haciendo daño a los demás, de no tener que sentir miedo, de no dudar.  

Y  abrí la ventana y grité, que quiero seguir dudando, que quiero hacer daño, porque eso significará que le he importado a alguien, que quiero decir la verdad sin arrepentirme, que quiero arrepentirme por no saber mentir y que quiero mirarme al espejo y reconocerme.

No quiero acabar siendo un autómata hecho de parches de noches en el cine con la mano de alguien entre las mías y la cabeza en otro sitio, de horas de excusas para cinco minutos de libertad, no quiero ser situaciones que han hecho sentir bien a los demás y que yo no sentía. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario