viernes, 3 de diciembre de 2010

Vuelvo a las andadas

Recogió las migajitas que de él quedaban en ella, las hizo un atillo y las tiró por la ventana. Tiró los besos en la puerta, las manos agarradas, el zumo de la mañana…todo, no quedo ni siquiera la caricia que se escapaba a media noche. Y es que esa era su naturaleza, no podía hacer más, era adicta al pseudoamor, y cuando el efecto de éste pasaba lo único que podía hacer era pedir perdón, agachar la cabeza y decir que se había equivocado. Era consciente del daño que hacía, pero no existen clínicas de desintoxicación para los adictos a lo efímero.

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